Río de Janeiro, 1 mar (EFE).- Los cariocas se tomaron este viernes las calles de Río de Janeiro para dar inicio a su famoso carnaval, la fiesta al aire libre más grande del mundo, sin esperar a la entrega simbólica de las llaves de la ciudad al Rey Momo, acto que marca el comienzo oficial de la fiesta.

Los primeros blocos (comparsas) comenzaron a desfilar en la tarde de este viernes y atrajeron a miles de personas disfrazadas para sus fiestas gratuitas en la calle pese a que la entrega de las llaves al Rey Momo fue una incógnita durante todo el día y solo ocurrió ya al anochecer y sin la presencia del alcalde Marcelo Crivella.

Pese a que el rey Momo tradicionalmente recibe las llaves de Río en la mañana del viernes de carnaval en una pomposa ceremonia celebrada en el Palacio de la Ciudad -sede de la Alcaldía- animada por decenas de músicos de las escuelas de samba, la llegada del líder evangélico Crivella al Gobierno municipal cambió la tradición.

El alcalde de Río de Janeiro es obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, una agrupación evangélica que recomienda a sus fieles huir de las "tentaciones" del carnaval, y por tercer año consecutivo no apareció en la entrega de llaves de la ciudad, decisión criticada por la mayoría de cariocas que veneran esta fiesta como si de una religión se tratase.

La ausencia de Crivella no afectó la fiesta de los 21 blocos que tenían previsto desfilar este viernes.

Tras los blocos marcharon miles de personas, en su gran mayoría con disfraces coloridos y llamativos, algunos de ellos con temática de denuncia social, ya que hacían referencia a la corrupción del país o a la reciente tragedia en Brumandinho, donde murieron 188 personas sepultadas por un alud de residuos mineros.

En el bohemio barrio de Santa Teresa, el tradicional bloco de las Carmelitas hizo que los asistentes, cerveza en mano, bailasen al ritmo de las tradicionales "marchinhas".

Muchos de los presentes iban disfrazados de monja para recordar a las hermanas carmelitas que supuestamente se volaban de su convento en Santa Teresa saltando un muro para no perderse las fiestas de carnaval.

César Teixeira, uno de los asistentes del bloco, lucía un disfraz de paciente de hospital ya que, según explicó, "al igual que las monjas huían para disfrutar las fiestas. Los pacientes quieren lo mismo: salir a jugar y a reivindicar algunas protestas".

"Este año la protesta es por Brumadinho, por la tragedia del Flamengo, por la diversidad y, por supuesto, por la corrupción. El carnaval es una fiesta popular donde la gente muestra lo que no es y donde el pobre consigue divertirse gratis", dijo Teixeira a Efe.

También en los blocos, entre los vendedores ambulantes, había grupos de voluntarios repartiendo preservativos, en colaboración con el Ministerio de la Salud. Una organización de favelas de Río se propone distribuir más de 130.000 condones para concienciar a la multitud sobre "la importancia de la prevención" en unas fechas en las que la diversión y el alcohol se acentúan.

La previsión de lluvia no consiguió frenar los festejos de un carnaval que trae alegría y hace que los brasileños olviden durante unos días los problemas de desigualdad y violencia del país.

Yasmin Valentim, otra de las cariocas que disfrutaba del bloco de las Carmelitas, declaró que "el carnaval de Río es democrático, tiene gais, mujeres, heterosexuales, blancos, negros y no existe la discriminación, todo se mezcla y es maravilloso".

En el sambódromo aparecieron a última hora de la tarde los hijos de Candonga, responsables por la custodia de las llaves simbólicas de la ciudad desde la década de 1970, para anunciar que estaban dando por inaugurado el reinado de Momo junto al presidente de la empresa pública de promoción turística Riotur, Marcelo Alves, quien acudió en sustitución de Crivella aunque no se pronunció sobre la ausencia de este.

Uno de los hijos de Candonga si tachó la falta del alcalde como un "error" ya que "como político fue elegido para hacer el bien de la ciudad, no solo tratar asuntos particulares".

El acto de inauguración oficial se convirtió así en un episodio burocrático empañado por la lluvia y por la ausencia de un alcalde que rehuye de la fiesta más emblemática de su ciudad.

Este año, la Alcaldía de Río de Janeiro redujo la cantidad de comparsas acreditadas, por lo que el número de desfiles de calle bajó un 15 % con respecto al año pasado, hasta los 498 aprobados y frente a los 608 de 2018.

Sandra Carnota Mallón