Quito, 9 jun (EFE).- El Municipio de Quito anunció este martes la eliminación de la ordenanza taurina, que facilitaba la organización de este tipo de espectáculos, lo que para los aficionados supone un nuevo "bajonazo" para la fiesta brava en Ecuador, mientras que para los animalistas un paso más hacia su abolición.

Por iniciativa de la edil Mónica Sandoval, el Consejo municipal de la capital ecuatoriana, con veinte votos a favor y una sola abstención, decidió eliminar la "Ordenanza 106", que regulaba los espectáculos taurinos en Quito.

Sandoval justificó tal decisión al considerar que desde 2011, tras una consulta popular, la población quiteña aprobó la prohibición para la realización en la ciudad de espectáculos que incluyan la muerte de animales, como la fiesta brava.

Desde entonces, según la edil, Quito, en el pasado célebre en el mundo taurino por su feria "Jesús del Gran Poder", pasó a organizar sólo espectáculos al estilo andaluz, que no incluía la muerte del toro, aunque en el último año tampoco se realizaron ese tipo de festivales.

Tras la decisión del Municipio, la afición taurina de la capital, a través de las redes sociales, reaccionó y calificó como un nuevo "bajonazo", o una mala estocada, la decisión del cabildo.

Si bien la eliminación de la ordenanza no implica mayores cambios jurídicos, podría generar retrasos en la obtención de permisos para la celebración de alguna corrida al estilo portugués, ya que ahora este tipo de espectáculos deberá estar sometida a la Ley Orgánica de Espectáculos Públicos, que rige a nivel nacional para todo tipo de actividades.

Para varios aficionados, la decisión municipal vulnera los derechos de los taurinos, que añoran con nostalgia la feria "Jesús del Gran Poder" o el denominado festival al estilo luso "Virgen Esperanza de Triana", que tenía lugar en la Plaza quiteña Belmonte hasta el año 2018.

De su lado, grupos animalistas y contrarios a los taurinos, también en redes sociales, han destacado la actitud del Municipio que, según ellos, ha dado un paso hacia "la completa abolición de la fiesta brava", a la que consideran "anacrónica".

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